Alex

Ya estamos en modo "frío polar". Hemos pasado de un eterno verano, con la sequía y las temperaturas más altas de la historia en ciertas fechas, a alerta naranja por amenaza de frío, nieve y no sé cuántos desastres más. Las televisiones nos contarán lo mal que se pasa en sitios donde lo normal es que se pase mal en estas fechas y llenarán sus informativos con imágenes de presentadores ateridos por las bajas temperaturas, incapaces de articular palabra. Lo mismo de todos los años. Mientras tanto, la vida sigue. El martes estuve en Madrid en el estreno de "Perfectos desconocidos", la nueva película de Alex de la Iglesia. Segunda película en 2017 del director de Bilbao, tras la estupenda  "El bar", y nueva demostración de solvencia, en esta ocasión ante un encargo, remake de una producción italiana de gran éxito. Con reminiscencias de "Un Dios salvaje", la obra de teatro de Yasmina Reza, Alex reúne alrededor de una mesa a un grupo de parejas burguesas, con su vida insustancial a cuestas, que se juntan en plan buen rollito y que acaban como el rosario de la aurora. Un vodevil, que no reniega de los tópicos del género, que va a reventar la taquilla y que supone una muestra de mayoría de edad en el cine de Alex de la Iglesia, un director muy personal que sabe llevar a su terreno un material ajeno. Además de la maestría habitual a la hora de rodar marca de la casa, Alex saca el máximo partido de un reparto muy diverso, con unas convincentes Belén Rueda, Dafne Fernández y Juana Acosta, con un Eduard Fernández que transmite credibilidad sin aparente esfuerzo, con un divertidísimo Ernesto Alterio, al borde siempre del desparrame, y un Pepón Nieto más contenido que de costumbre. El peor parado, Eduardo Noriega, lo que no sé es si por mal actor o por demasiado guapo. 2017 es el año de Alex de la Iglesia. Y yo que me alegro.

"La esencia del cine se define por dos conceptos: una pantalla, y una gente que la disfruta. Sin público esto no tiene sentido. No podemos olvidar eso jamás". Alex de la Iglesia