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Me gustan los bares. Es raro el día en el que no piso alguno. Me gustan tranquilos, donde poder tomar un vino sin ser molestado por el ruido de la música, clientes gritones o niños. Nunca entro a un bar al que van niños. Ni a los que tienen mucha luz. Y si el camarero es un profesional, mejor. Es muy dificil encontrar un bar que reuna todos los requisitos. Algunos de ellos cumple el bar Jaime, en la Gran Vía, junto al Sagrado Corazón. El género es excelente, especialmente conseguido el gin-tonic, servido por un maestro de la barra. No hay niños, ni música, ni una luz estridente. Pero sus numerosos clientes, la mayoría varones, no destacan precisamente por su modestía. Es lo que tiene ser de la parte alta de Bilbao. Y tienen un timbre de voz que envidiaría el mismisimo Pavarotti, que en paz descanse. Por este motivo, lo frecuento menos de lo que Jaime se merece. Otro de mis favoritos es el Sua, un restaurante que por las tardes se convierte en un agradable café. Ni niños, ni gritos, ni luz. Un pequeño paraiso en el que todos los vinos, blancos o tintos, están ricos. ¿El ideal? Tampoco. Aquí el servicio, sin llegar a resultar desagradable, es cualquier cosa menos profesional. Del mismo estilo es el bar del Hotel Miró. Muy recomendable. Me refiero a bares a los que voy solo. Porque me gusta ir solo a los bares, a algunos bares. A otros prefiero ir acompañado. En este caso soy menos selectivo. ¿Qué quiero decir con todo ésto? Nada. Bueno, sí. Que es casi imposible encontrar lugares donde tomar un vino a gusto. Y que a pesar de la dificultad he encontrado uno que roza la perfección. Se llama La Gallina Ciega, está muy cerca del Museo de Bellas Artes, en la calle Máximo Agirre. Buenas copas, quizá las mejores de Bilbao, excelentes vinos, y un camarero como dios manda. El mayor inconveniente es que lo conoce demasiada gente. Habrá que buscar la mejor hora. De todas formas, nunca volverá a existir un bar como el JK. Lo tenía todo: estaba apartado, con luz tenue, música perfecta para acompañar una buena copa, servida por los mejores camareros que ha tenido Bilbao. De vez en cuando me acerco hasta la puerta para ver si se produce el milagro y abro la puerta y veo a Joseba detrás de la barra, con su sonrísa eterna, dispuesto a hacerme feliz...
A mi me gusto el Corto Maltes, y el arte de Marta haciendo tragos.
ResponderEliminarFugitivo, que fue de incluir un libro, una película y una canción con tus entradas? La de hoy me ha recordado a una de mis favoritas "Donovan's Reef" (no sé el título en castellano). Y a mí también me gustan mucho los bares y el JK lo recuerdo bien. En mi próxima visita pediré un cosmopolitano a ver si me echan.
ResponderEliminarEste Félix se pasa la noche metido en los bares. Le recomiendo el Bar Pelícanos donde no hay niños - por razones obvias-, el camarero es un profesional - y las chicas que cobran una comisión porque las inviten, también-. Así nos dejamos de pejigueras y sibaritismos.
ResponderEliminarVete al Winston Churchill junto al Sagrado Corazón...los Gin-tonics míticos...y la soledad se palpa en el ambiente.
ResponderEliminarMe encanta el comentario de la "extraña pareja"! Yo no soy profesional, pero contigo me tomo una copa cuando quieras! Y que pague el Fugitivo.
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