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martes, 25 de marzo de 2014

¡Pesados!

Cuando me muera, por favor, no lloréis, ni digáis que siempre se van los mejores. Tampoco os paséis diciendo lo que verdaderamente pensáis de mi. Dejadlo en un punto medio, algo así como "fue un ser único", que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Es un método que se debería emplear también cuando el muerto es una persona pública. Nos ahorraríamos el sonrojo que producen tantos halagos babosos que estamos oyendo y leyendo estos días a raíz de la muerte de Iñaki Azkuna y Adolfo Suarez, dos políticos con un indudable carisma y una capacidad indiscutible para conectar con la gente. Hasta ahí, una evidencia. Si ahondamos, seguro que aparecen luces y sombras en la gestión de ambos mandatarios. Como no puede ser de otra manera. A veces se nos va la pinza.

"No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda". Woody Allen

2 comentarios:

  1. "Halagos babosos"...Verdades como puños. Ya lo decía mi abuela: Que Dios nos libre de las alabanzas...Que chapa nos están dando.

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  2. De Adolfo Suarez lo mejor que he leído lo ha escrito un amigo de Facebook obsesionado por los kilos de más: "¿Es que nadie va a señalar que una de las cualidades de Adolfo Suárez era que estaba muy delgado?". Irreprochable.

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