Me comentan que ya no hablo de mis amigos. Os equivocáis si creeis que ya no me dan motivos. La última vez que quedamos fue para despedir a mi sobrino Alberto y a su mujer Alma, que se volvían a México después de pasar las navidades en tierras vascas. Quedamos a comer en un restaurante del centro de Bilbao, tres parejas y yo de individual. Y se lío, como no podía ser de otra manera. El tema que originó la trifulca da una idea de los comensales. Ni en cien años llegaríais a acertar cuál fue el detonante de semejante tormenta dialéctica. La discusión la generó una torrija, un modesto trozo de pan convirtió una apacible velada en una película de Steven Seagal. Gudari, al que también se le conoce en este blog como El Películas, se enfadó porque la torrija de su señora estaba muy caliente y echaba humo. Se lo recriminó al camarero, que escuchaba sin entender nada de lo que estaba pasando. "Lo habéis metido en el microondas", le espetó Gudari con su delicadeza habitual, una actitud que enervó a otro de los comensales, mi sobrino Teddy, ya dije en una ocasión que alterno con mis sobrinos, cocinero con más de veinte años de experiencia, los últimos diez como jefe de cocina del restaurante de un hotel de cinco estrellas. Durante una media hora eterna, se enzarzaron en una discusión sobre si la torrija había pasado por el microondas o no. Teddy decía que no, o por lo menos pedía prudencia a la hora de asegurarlo, mientras que Gudari repetía "microondas" cada cinco segundos. Si pensáis que hablando de cocina lo normal hubiera sido hacer caso a un cocinero experto es que no conocéis a mis amigos. Elegir el camino fácil no es su estilo. Además, Gudari alardea de que hace muy bien la sopa de pescado. Tiene crédito. Por cierto, yo no abrí la boca, dije que yo en 2018 solo me posiciono por escrito, en este blog. Que yo también soy de traca...
"Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere". Elbert Hubbard
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