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viernes, 10 de septiembre de 2010

Alex


La estancia en Venecia ha sido breve pero intensa. Cinco días que han servido de mucho. A Adolfo para descubrir que en Venecia también hay calles. A Eugenio, para enamorarse. Y a mi para oír cosas tan bellas como “¿Te llamas Félix? Es mi nombre favorito. Te lo habrán dicho muchas veces”. Pero todo ello se merece un capítulo aparte. Primero, lo importante. Gran éxito de “Balada triste de trompeta”, la nueva película de Alex de la Iglesia. Diez minutos de aplausos tras la proyección, incluidos los de un entregado Quentin Tarantino, presidente del jurado. Momento mítico que se reflejaba en el rostro sonriente de Marco Muller, el director de la Mostra, encantado de la entusiasta respuesta del público a una de sus apuestas personales. Y es que “Balada triste de trompeta” es cine del que perdura en el tiempo, una película insólita en el previsible panorama cinematográfico actual. Un triple salto mortal sin red en el que Alex cae de pie. De su grandeza queda un testimonio irrefutable: Adolfo no se durmió durante la proyección. Algo sólo al alcance de los más grandes. Como Alex.

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