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lunes, 13 de septiembre de 2010

La bella donna


Retomo las andanzas venecianas del trío de los ozores. Adolfo ya demostró en el avión de ida que se había documentado. “¿Qué en Venecia hay calles?”, preguntó con cara de sorpresa. Al ver que se venía abajo, le dijimos que mejor, que así no había que nadar. No le convencimos. El pensaba que todo era agua y que la gente se movía por dentro de las casas. ¿Absurdo? Ya te digo. Durante los cinco días demostró que está en forma. Armado de moñito, baraja y hurón se hizo enseguida el amo de Venecia. Todo giraba a su alrededor. El día de la proyección de la película, en la fiesta posterior, fue de los últimos en abandonar el barco, junto con varios gays y dos borrachitas. Al día siguiente le pregunté sí había pillado y me contestó con un “no, hice magia”. Así todo el día. Eugenio hace como que pasa de él pero a veces se pone nervioso. Como ya sabéis, además de hermano de Adolfo, Eugenio es El Aventurero, un viajero legendario, aunque hay quien dice que a Croacia fue en un viaje organizado. Hablar por no callar. En Venecia encontró el amor, el verdadero, vivió uno de esos flechazos que te dejan como tonto. O tonto entero, como en este caso. El caso es que en la misma fiesta en la que su hermano acabó haciendo magia, Eugenio conoció a Irene Petris, una actriz de teatro muy conocida en Italia. Habló cinco minutos con ella y se enamoró locamente. Existe un testimonio que corrobora mis palabras, una grabación de más de media hora en la que Eugenio repite constantemente frases como “e una bellísima donna” o “me la a colatto con el suo novio”, algo así como “me ha engañado con su novio”. Esta última frase fue la más repetida al día siguiente por Tallafe, el autor de la grabación. No paraba de reír. No sé en que acabará esta historia, yo por si acaso os dejo una foto de la citada Irene Petris. Buen gusto siempre ha tenido el chaval. Esperemos que ella sea más demócrata. Yo también tuve mi pequeña aventura esa noche. Me sentí halagado por las palabras de un bello ragazzo, que me repetía al oído ”Félix es mi nombre favorito. Te lo habrán dicho muchas veces”. Agradecí sus palabras, a la vez que comprendí que la noche había terminado. Me dirigí hacia el hotel, acompañado por Tallafe, Juan y Eugenio, con “Irene e una bellísima donna” de música de fondo.

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