La presencia de Julia Roberts en San Sebastián enloqueció a una ciudad acostumbrada a que nada perturbe su armonía. La locura llegó al extremo de que pude vivir una situación esperpéntica. Me dirigía hacia el Kursal y al lado del teatro Victoria Eugenia se produjo un tumulto, con quinceañeras gritando y corriendo desesperadas, armadas de bloc y bolígrafo. ¿A quién habrán visto?, me pregunté. Me acerqué a un grupo de tres chavalas y me dieron la respuesta: “¡hay una rata!”, me contestaron histéricas. ¡Cuánto glamour!
Podrían haber visto a un señor en edad senecta con pantalón corto y topolinos.
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