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lunes, 11 de enero de 2016
Mediterráneos
La unidad de España me la refanfinfla. Una vez expuesto lo anterior, nada de lo ocurrido en Cataluña en las última fechas me sorprende. Era imposible que la CUP aguantara la presión a la que estaba siendo sometida. Si añadimos que Artur Mas es cualquier cosa menos tonto, blanco y en botella. Cualquier acuerdo era bueno antes que llegar a unas elecciones que no pintaban nada bien para los partidarios de la declaración unilateral de independencia. Esa mayoría de diputados, pero minoría en votos, es lo que en mi opinión hace que el proces esté cogido con alfileres. Inicar un camino hacia la independencia temiendo que los catalanes voten de nuevo y perder representatividad igual es entendible en la cultura mediterránea pero no en mi pueblo. Aunque entiendo su hartazgo ante el inmovilismo y la grosería del PP y de otros partidos estatales, se necesita más fondo de armario para un desafío de tal envergadura. Y hay dos actitudes que me han resultado difíciles de digerir. La primera, una frase de Artur Mas durante su valoración del acuerdo con la CUP, indigna de una persona que ha sido president de la Generalitat: "Aquello que las urnas no nos dió directamente se ha corregido a través de la negociación". La otra imagen indigerible tuvo lugar ayer, en el Parlament, con Anna Gabriel y Antonio Baños aplaundiendo con entusiasmo mientras Carles Puigdemont, ya elegido president, se fundia en un fraternal abrazo con su antecesor en el cargo. Espero que fuera un lápsus y que desde los escaños de la CUP no se veía bien lo que ocurría, una imagen que hace temer que en Cataluña ha habido un cambio para que todo siga igual. Ojalá me equivoque.
Soy crítico con unos y no con los otros, simplemente porque de estos últimos no espero nada. Sin más.
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