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martes, 1 de septiembre de 2009
Tokio
Por cierto, ayer comenté que me irritaba “Mapa de los sonidos de Tokio” y no especifiqué las razones. No soporto a Sergi López. Su personaje transmite cansancio, aburrimiento y no desesperación, ni tormento, sin olvidar que todavía chirría en mi mente “usted lo que busca es un vino suave pero con cuerpo”. ¿Por qué? ¿Era necesario someter al espectador a semejante castigo? Por no hablar de la nula tensión sexual entre los protagonistas, esa utilización infantil que hace la directora de los grupos y las canciones que le gustan, esa Vinoteca Vinidiana (¡dios mio!)... Lo que me enfurece es que me arrebata el arranque de la película y la habitación-vagón y los actores japoneses... y sobre todo el personaje ausente, Maori, que desencadena toda la tragedia, capaz de suicidarse con tal de seguir jodiendo de por vida la existencia de los hombres a los que no ha sabido-podido amar. Había material, aunque fuera ajeno, para algo más que esta nadería. Siempre me ha llamado la atención el que personas que han demostrado inteligencia sean incapaces de ver sus limitaciones más obvias. Para hablar de sexo, de locura y de pasión hay que haber dejado jirones de vida por el camino y parece evidente que ese no es el caso de Isabel Coixet. Una cosa es filmar a un hombre sacándose un pelo de la boca después de practicar sexo oral (¡hala lo que he hecho!) y otra cosa es plasmar ese deseo que te destruye irremediablemente. Decía Lubitsch que para hacer comedia “hay que tener un circo dentro de la cabeza”. Pues eso.
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