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jueves, 22 de julio de 2010

La Roja


Me ha tocado vivir la parte más importante del Mundial de Fútbol de Sudáfrica en Andalucía. En Marbella, en concreto. Todo normal. Cuatro años de espera para ver buenos, regulares y malos partidos, decepciones y sorpresas. Y constatar la igualdad que existe entre las diferentes selecciones. Y la risa que me produce oír a los comentaristas de televisión, siempre dispuestos a alegrarme el día. Los Manolos, J.J. Santos o Paco González son individuos sin el mínimo criterio, capaces de pasar del blanco al negro en 24 horas. Y no lo pueden esconder porque no callan y se les nota. Doy gracias a dios de no ser familiar de ninguno de ellos. A lo que iba. Todo normal. Incluso me pareció lógico el alboroto que se montó entre la población, el recibimiento, las ganas de fiesta. Estaba en Madrid el día que se pasearon en autobús por toda la ciudad y más que reivindicación nacionalista lo que vi es a muchos niños obnubilados con sus ídolos y jóvenes que se habían echado a la calle porque les va el mambo. Y muchos "guiris". Otra cosa son las tonterías que se dicen y escriben en los medios de comunicación. Así lo viví y así lo cuento. Llego a Euskadi y me encuentro a gente amargada por el triunfo de la roja. ¡Qué culpa tienen ellos si son los mejores! Lo que habría que hacer es cabrearse con Alemania, Brasil y compañía y rogarles que se pongan las pilas, porque el futuro huele muy mal y no me gustaría ver a algunos de mis amigos de los nervios durante los próximos años. Y de paso explicar a los futbolistas vascos, o a quien de verdad corresponda, que jugar con el nombre de Euskadi no es ninguna deshonra. Y recordarles que hay mucha gente que ha muerto reivindicando ese nombre. Y es que aquí otorgamos galones de capitán general a cualquier pringado, mientras en otras partes hacen bien las cosas. Y así nos va.Y eso no es culpa de los españoles.

Un libro: "Historias del calcio", de Enric González
Una película: "The damned united", de Tom Hooper
Una canción: "Himno del Liverpool"

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