La elite ni antes ni ahora se ha interesado por alguien como Julia Roberts. Son más de Meryl Streep, Susan Sarandon o, ya en plan más sofisticado, Gena Rowlands, grandes actrices que hubieran sido excelentes secundarias en la época dorada de Hollywood. Julia es de otra pasta, la única heredera de una estirpe de grandes mitos del celuloide, hombres y mujeres que tuvieron la inmensa fortuna de coincidir con un puñado de maravillosos guionistas y directores. No es lo mismo que te dirija George Cukor que Garry Marshall. Digo yo. Me gusta Julia Roberts y cuando digo que me gusta quiero decir que amo a esta mujer. No sabría decir ninguna obra maestra en la que haya participado. Me da igual. Sobrevive en territorio hostil, el Hollywood actual, con la mayor dignidad posible. Siempre he pensado la gran pareja que hubiera hecho con Cary Grant, mi actor favorito. Durante unas horas vamos a coincidir en la misma ciudad. Espero no verla. Para mi Julia Roberts no es de este mundo.
No te ralles...
ResponderEliminaryo voy a ver la pelicula esta que ha hecho con bardem, pero tiene pinta de ser mu mala
ResponderEliminarFugitivo, siempre vas al festival de Donosti a encontarte con seres de otras galaxias? El año pasado creo recordar que había un ángel rondando por La Concha. Creo que Roberts y Grant no hubieran hecho nada de buena pareja. Más de un sopapo le hubiera soltado el dandy con esa risa constante que tanto irrita.
ResponderEliminar¡Sois la elite!
ResponderEliminarNo hablo frances!
ResponderEliminarVeo que mis seguidores no son muy de Julia. Son más de actores y actrices profundos, de esos que parece que piensan y lo que le ocurre es que les cuesta pensar. Los intensos, para entendernos. He aquí algunas de mis actrices favoritas: la ya citada Julia Roberts, Faye Dunaway, Angie Dickinson, Katherine Hepburn, Claudia Cardinale, Fanny Ardant, Nastassja Kinski, Marion Cotillard,...
ResponderEliminarLa mirada de Lauren Bacall, la voz de Kim Novak, la inteligencia de Shirley McLaine y la clase de Ingrid Bergman.
ResponderEliminarEl instinto de Annette Bening y Doris Day (y de ahí que no necesiten pensar).
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