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jueves, 9 de junio de 2011

Jorge Semprún


La muerte de Jorge Semprún me ha hecho rememorar unos tiempos que añoro, los de mi juventud. Semprún era para mi generación un referente, sinónimo de intelectual comprometido, amigo de Montad y Costa Gavras, y memoria del siglo XX . Con sus luces y sus sombras. Recuerdo la primera vez que ví "Z", "Estado de sitio" o "La guerra ha terminado". Tiempos de cine-club y rebeldía. De todo lo que he leído estos días con motivo de su muerte me quedo con su testimonio sobre su paso por el campo de concentración de Buchenwald y el recuerdo de lo que allí vivió (El País, en 2000): “Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros".

“Tengo más recuerdos que si tuviera mil años”, BAUDELAIRE

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