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viernes, 1 de marzo de 2013

¡Peligro!


Acaba de pasar por la oficina el típico brasas. Enseguida desconectas y, de vez en cuando, asientes con la cabeza para que no se sienta contrariado. A la media hora, ves como se aleja y te preguntas qué querría el buen hombre. Son inofensivos pero muy cansinos. Antes nos visitaba con frecuencia el poeta,  un señor ya maduro, bien vestido y con mucho tiempo libre. Venía con alguna queja y acababa recitando poesías. Se emocionaba y le daba por llorar. Tenemos un almacen que utilizamos como bunker y donde nos escondemos por turnos ante estas visitas inesperadas. Y luego dicen que sobran funcionarios. ¡Lo que sobran son brasas!

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