Guillermo del Toro es un tipo que cae bien, siempre lúcido en sus declaraciones, con una pasión contagiosa por el cine, con pinta de buena persona, lo que pienso que ha ayudado a otorgarle una aureola de gran director inmerecida hasta ahora. Sus películas, repletas de buenas ideas, prometían más de lo que luego daban y siempre me han dejado un poso de insatisfacción final y ese pensamiento recurrente de que esta vez tampoco ha sido posible el milagro. Digo que hasta ahora, porque igual por fin Del Toro ha conseguido la obra redonda que tanto tiempo lleva buscando. Me alegraría que los miembros de la Academia de Hollywood no estén equivocados al elegir "La forma del agua" como la gran película del año. Nominada a 13 premios Oscar, el nuevo trabajo del director de "Cronos" introduce, como suele ser habitual en su cine, elementos fantásticos en la vida rutinaria de sus personajes, en este caso una mujer vulgar que siente una atracción irresistible hacia un hombre-pez, un ser anómalo que no tiene cabida en el mundo real. La fantasía como escapatoria de la cruda realidad es algo a lo que muchos recurrimos para sobrellevar ese valle de lágrimas que es la vida. Un mujer de la limpieza, muda y solitaria, encuentra una razón por la que vivir y luchar. Dignificar el cine popular es la quimera por la que vive y lucha Guillermo del Toro. Parece que, al final, algunos sueños se cumplen.
"Desde la película más grande a la más infame, desde la obra literaria más inolvidable al folletín del kiosko más infecto, todo va a quedar en el mismo estrato geológico de mierda que va a formar parte de la costra geológica de la tierra. Cuando tomas esa perspectiva no te preocupan las pandemias". Guillermo del Toro
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