Por supuesto que los partidarios del procés han cometido errores. El principal, y más grave, fracturar la sociedad catalana en dos partes irreconciliables. Eso lo ve hasta el independentista más extremo del Ampurdán. Bueno, ese igual no, pero casi. La cuestión es el porqué unas personas sensatas han decidido saltarse la ley e iniciar un viaje lleno de obstáculos hacia ninguna parte. Lo fácil es reducir el problema a la locura de unos nacionalista insensatos, movidos por la codicia y el odio. Así no hay que pensar que hay un problema que resolver, sino un enemigo al que aniquilar. Solución factible en otra época, pero no en la Europa del siglo XXI. Igual es que 42 años después de la muerte de Franco ha llegado la hora de hablar civilizadamente de dos cuestiones que quedaron pendientes, por temor a una involución democrática, en la Constitución de 1978: el modelo de estado y el encaje de Euskadi y Cataluña en el estado español. Con represión nunca se va a conseguir acabar con el problema. A veces, reivindicar lo obvio parece cosa de locos.
"Cuando la lucha entre facciones es intensa, el político se interesa no por todo el pueblo, sino por el sector al que él pertenece. Los demás son, a su juicio, exprenjeros, enemigos, incluso piratas". Thomas Macaulay
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