Si ayer alardeaba de mi capacidad motivadora, hoy quiero destacar otro rasgo de mi personalidad, la gente piensa que me va bien en la vida (vividor es una palabra que detesto) y tengo que cargar con ello hasta el final de mis días. Da igual que vaya con los ojos en la mano y me salga pus de las cavidades oculares que alguien me dirá fijo "no te quejes, que oír oyes de puta madre". Es una losa muy pesada que llevo con la mayor dignidad posible. Recuerdo que una vez quedé con una amiga, mi mejor amiga aunque hace mucho tiempo que no nos tratamos, porque me encontraba desolado después de una ruptura sentimental. No recuerdo haber estado peor en mi vida, pero, una vez más, no resulté creíble como persona doliente. "No estás tan mal, alguien que está hecho polvo nunca llevaría esas zapatillas", me dijo. Han pasado casi 20 años y me acuerdo como si fuera hoy. Las zapatillas en cuestión tenían el logo de la marca, no recuerdo cuál era, de color rosa y para mi amiga era un dato que no casaba con una depresión. Vale, es como para matarme por ir con unas zapatillas rosas, pero esa es otra historia. En otra ocasión, me encontraba paseando por la Plaza Nueva un día laborable, sobre las 11 de la mañana, y me encontré con una conocida. Estaba en la calle porque no soportaba en casa por un dolor que me atormentaba. Pues lo primero que me soltó la chica fue "¡qué bien vives!". Y así siempre, desde que tengo conciencia. Como dijo una amiga, "siempre pagan justo los pecadores"...
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