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miércoles, 30 de enero de 2019

Tontos

Me he reincorporado hoy al trabajo tras dos semanas convaleciente de una gripe, una enfermedad que tiene mejor prensa que la que se merece. Me recuerda en cierto modo a Iñigo Errejón, pero no quiero profundizar en el tema que prometí no volver a hablar de la actualidad política. Tengo un compañero que, cuando abre por las mañanas el centro cultural en el que trabaja, suele repetir "ya está abierta la puerta para que todos los locos y tontos nos visiten". Y es que hay gente con mucho tiempo libre. Hoy ya han pasado por la oficina varios de esos especímenes, brasas dispuestos a contarte las historias más aburridas de la forma más monótona. Enseguida desconectas y, de vez en cuando, asientes con la cabeza para que no se sientan contrariados. A la media hora, ves como se aleja el susodicho, mujeres hay pocas, y te preguntas qué querría el buen hombre. Son inofensivos pero muy cansinos. Antes nos visitaba con frecuencia el poeta,  un señor ya maduro, bien vestido y con todo el tiempo del mundo. Venía con alguna queja y acababa recitando poesías. Se emocionaba y le daba por llorar. Tenemos un almacén que utilizamos como bunker y donde nos escondemos por turnos ante estas visitas inesperadas. Y luego dicen que sobran funcionarios. ¡Lo que sobran son brasas!

"Ningún tonto se queja de serlo; no les debe ir tan mal". Noel Clarasó

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