La gala de los Goya nos deparó pocas sorpresas. Dani Rovira estuvo tan fuera de sitio como en las dos ediciones anteriores, la realización fue torpe, tirando a calamitosa, y de vergüenza ajena el habitual número musical. Y Almodóvar se volvió a quedar sin ninguno de los premios a los que optaba. Respecto a los ganadores, todo transcurrió según lo previsto, excepto algunas cosas. Las únicas sorpresas para mi fueron el premio al mejor director a Jota Bayona, por la efectista "Un monstruo viene a verme", y que Ruth Díaz se quedara sin el galardón a la actriz revelación por su portentoso trabajo en "Tarde para la ira". Hay que resaltar, por lo inusual, el respeto del público mientras aparecían en pantalla los fallecidos durante 2016, al contrario que en otras ocasiones en las que se aplaudían los nombres más conocidos. Los premiados estuvieron más comedidos que en pasadas ediciones a la hora de dedicar los premios y Ken Loach, como siempre que se trae a un cineasta de fuera para dar lustre a la gala, tenía cara de preguntarse qué cojones hacía allí. Lo mismo que pensaba yo cuando me iba para la cama tras tres horas largas de aburrido espectáculo televisivo. Y en 20 días, los Oscars, pero esa es otra historia.
Lo mejor, Silvia Pérez Cruz al recoger el premio a la mejor canción. No hay tanto pan... Y el detalle de Raúl Arévalo al ceder todo el protagonismo a la productora de "Tarde para la ira", Beatriz Bodegas, al recoger el premio a la mejor película. Elegancia, creo que se llama.
Claro, como Alex no optaba a ningún premio
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