"Espartaco" es una de las películas de mi niñez. Todavía recuerdo la admiración con que miraba el cartel y una frase que aparecía en el mismo: "Rompió las cadenas... y cambió el mundo". Y, claro, Espartaco era Kirk Douglas y así ha sido hasta ahora. Quiero decir que por muchas películas, alguna que otra obra maestra, en las que haya participado, para mi el bueno de Kirk siempre será Espartaco. Esa fascinación por el actor -y el personaje- se ha multiplicado durante la lectura de "Yo soy Espartaco", un diario sobre el rodaje, y los años previos, con la Caza de Brujas y Dalton Trumbo como hilo conductor, de la película dirigida por Stanley Kubrick. Impresiona la lucidez con la que un nonagenario Kirk Douglas recuerda aquellos convulsos años, con innumerables anécdotas, en uno de los libros más entretenidos que recuerdo y un retrato implacable de una época complicada de Estados Unidos, con sus luces y sus sombras. No se me ocurre mejor regalo para estas navidades.
Como curiosidad, ahora trabajo en el cine en el que vi por primera vez "Espartaco". La vida.
Ah, la vieja República romana de Craso y Julio César....
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