Si nos representan

Ayer, como hago casi todos los días, entré en un bar del Casco Viejo, un local agradable en el que pese a ser un cliente habitual no me dirigen la palabra. Me conocen y saben que prefiero un trato profesional a uno amistoso.  Que soy un cascarrabias, pero dicho de manera elegante. La camarera mantenía una animada charla con un grupo de clientes. El tema, una fiesta que el colectivo gay iba a celebrar el próximo fin de semana en la misma calle del bar. "Como lo que hacen en Madrid pero en pequeño", dijo el cliente más charlatán, un poteador peculiar que me puso al día para que pudiera participar del jolgorio. "Es una fiesta de gais, ya sabes", me dijo en tono picarón. Asentí, pero no le pareció suficiente entusiasmo. Se me acercó y bajando la voz me dijo: "los maricones". No me quejo, ya sé que si sales de casa te expones al contacto humano y ahí las personas normales tenemos siempre las de perder. Hablando de personas normales, recuerdo una anécdota durante la presentación de una guía de Bilbao dirigida a asociaciones gays de varios países europeos. Después de la presentación había una fiesta, acto que generaba cierta inquietud en el político responsable de todo lo que allí ocurría. "¿Habrá también normales?", preguntó. Que sí nos representan, que sí...