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lunes, 23 de enero de 2017

La La Land


Hablan de vacuidad para desacreditar a "La La Land", cuando resulta que esa debería de ser una de sus gracias. También achacan a la película de Damien Chazelle que beba de sus ilustres antepasados, cuando no puede ser de otra manera. Con lo fácil que es reconocer que los musicales te revientan, que son cursis y prescindibles, y que nunca terminaste de ver una película entera de Fred Astaire y Ginger Rogers. Pues yo digo que hay que ser muy cenutrio para que no te guste "La La Land". Y eso que mi impresión fue cambiando según transcurría el metraje. A la media hora me parecía una película que podría ver todos los días hasta que me muera. A la hora y cuarto, los lunes, miércoles y viernes. Y al finalizar, un día a la semana sería suficiente. A pesar de que deslumbra en su conjunto, aunque sin ningún momento inolvidable, y que Emma Stone está más allá del elogio, eché en falta más desparrame, más baile y algo de Jacques Demy. A los amantes del musical americano de toda la vida nos hubiera gustado más atrevimiento y menos solemnidad. Si te acusan de vacuidad que sea con motivo. La frivolidad, esa gran incomprendida.

"Cualquier problema del mundo puede resolverse bailando". James Brown

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