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martes, 4 de abril de 2017

Orozko-Bilbao


Recuerdo que me enteré del coche volador de Carrero Blanco en un autobús que unía el pueblo de Orozko con Bilbao y que yo cogía en la parada de Basauri. Yo era un crío que se dirigía a primera hora de la tarde a clase, al colegio Maristas de la calle Iturribide. Personas adultas comentaban lo que había sucedido por la mañana y, aunque el viaje no fue una fiesta, no se las notaba especialmente afligidas. Esa fue mi percepción. Unos años después entendí que aquellos hombres y mujeres que viajaban en aquel autobús estaban más felices que unas castañuelas, aunque se abstuvieran de hacerlo evidente. La absurda condena a un año de cárcel a una persona por mofarse de aquel suceso me ha enviado de golpe a mi más tierna infancia, a aquel autobús Orozko-Bilbao. Yo lo recuerdo como un viaje liberador, como un día de descubrimiento. El que ha dictado la sentencia está claro que no viajaba en aquel autobús el 20 de diciembre de 1973. 

"Condenar a alguien por lo que dice en Twitter es tan disparatado como condenarlo por lo que dice en el coche. Twitter es como un coche donde se oyen las barbaridades que decimos. Alguien con 20 seguidores tiene un día duro, se caga en todo, lo suelta. No pasa nada. Pasan los años. Sucede algo en su vida, y un montón de funcionarios amateur se dedican a buscar pruebas de un delito caprichoso. Encuentran el rastro de aquella mala tarde. Y el conductor cabreado se convierte en el ciudadano maligno. Ni el tuitero es consciente del peso de sus palabras, ni la sociedad es capaz de poner las paridas de Twitter en su sitio justo". Juan Soto Ivars

El chiste de Chumy Chumez lo he encontrado en la cuenta de twitter de @elgranPerich

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