Seguidores

jueves, 4 de mayo de 2017

Enemigos íntimos


Ayer quedé a comer con dos amigos. Un es mayor que yo y el otro, más joven. A los tres nos une un odio irrefrenable a determinadas personas. No son muchas, pero muy selectas. Durante la comida, enseguida noté que no era mi día. Me costaban "los hijos de puta", para entendernos. No salían de mi boca con la fluidez de otras ocasiones. Opté por escuchar como mis amigos ponían en su sitio a sus enemigos íntimos. "Hay gente que se cree que se puede ser hijo de puta a ratos", dijo el más joven. "Y no", añadió, "si eres hijo de puta lo eres pasiempre y no lo entienden". Yo asentía con la cabeza. El otro colega llevó la conversación al terreno político y puso en la diana al partido mayoritario en la comunidad autónoma vasca. Nos contó que venía del fisio, donde había sido objeto de maltrato continuado a lo largo de una hora y que ni se había inmutado. "El fisio me ha dicho que tengo una capacidad asombrosa para aguantar el dolor, a lo que yo le he respondido que normal, si tenemos en cuenta que a lo largo de mi vida laboral he sido torturado por algunos de los mejores peneuveros, expertos en contrainteligencia y formados en los más selectos batzokis y en los alderdis egunas de la transición", nos contó con absoluta normalidad. Me imagino la cara de perplejidad del citado fisioterapeuta. Por si no había sido lo suficientemente convincente con su exposición, mi amigo añadió: "Le he dicho que a mi me quitan las uñas con tenazas y me río". Con este espíritu de superación transcurrió una velada que se prolongó más de lo que mi cuerpo podía soportar. Mientras me alejaba de mis amigos, ellos continuaron la fiesta, oí como el mayor le decía al joven "eso me recuerda a mis tías, a las que llamaban las hermanas Tonelada". ¡Ay, ama!

"Cualquier muchacho de escuela puede amar como un loco. Pero odiar, amigo mío, odiar es un arte". Ogden Nash

No hay comentarios:

Publicar un comentario