Mañana vuelvo al cine. La última película que ví fue "The gentlemen", de Guy Ritchie, unos días antes de que nos mandaran quedarnos en casa. Durante el confinamiento no recuerdo cuántas películas pude ver, ni sus títulos, pero no fueron más de cinco. No soporto ver cine en casa y no es una pose, es una realidad: me resulta casi imposible ver una película fuera de una sala de cine. Mi cuerpo no lo acepta. Me pasa como con el alcohol, que necesito ir a un bar para beber, en casa no lo pruebo. También os digo que me hizo más ilusión volver a un bar que la que siento ahora por ir a un cine. Mi vuelta a la oscuridad de una sala es pura militancia, la considero una obligación. Por primera vez veo que peligra la forma de diversión que más placer me ha dado a lo largo de mi vida. No hagáis caso a esas voces que os dicen que da igual dónde ver una película. El cine nació para ser compartido en una sala oscura en compañía de otros, cuanto más lejos, mejor. Como dijo un sabio, "como fuera de casa, en ningún sitio". Por cierto, la película que voy a ver mañana se titula "First Love", de Takashi Miike. Tiene muy buena pinta.
Los chicos de la foto son Walter Hill + Tarantino + John Landis + Takashi Miike +
Oliver Stone. Casi nada.
"Mucha gente cree que la defensa de la exhibición en salas es solo cuestión de nostalgia y blablabla y en parte puede ser cierto pero tened por seguro que en un mundo sin salas hay muchas películas que no van a ser posibles. Vamos a tragar más embudo del que podáis imaginar". Josu Eguren, mi crítico de cabecera.
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