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miércoles, 25 de enero de 2017

El Paseante


Estoy leyendo el libro "New York, New York...", de Javier Reverte, en el que el escritor y viajero madrileño cuenta su estancia de varios meses ininterrumpidos en Nueva York. Reverte consigue un imposible, que su relato nos resulte original a pesar de todo lo que hemos leído anteriormente sobre esta ciudad, las innumerables fotografías que conocemos de sus lugares más emblemáticos y el gran número de películas rodadas en sus calles. Ayer por la mañana escribí que me gusta deambular por Bilbao, patear sus calles durante horas, soñando despierto y y sin rumbo fijo. Por la noche descubrí que Reverte dedica un capítulo entero al noble arte de pasear por la gran ciudad y reconoce que dedicó la mayoría de su tiempo durante aquellos meses a callejear, de forma similar a como yo lo hago por mi ciudad. Él lo resume mejor: "Magna empresa, sin duda, para el peatón urbano: formar parte de algo y situarse aparte de ello". Aprovecho para recomendaros "New York, New York..."
 y, ya puestos, otros dos estupendos libros que he leído recientemente: "El comensal", de Gabriela Ibarra, y "Los diarios de Emilio Renzi", de Ricardo Piglia. Ya lo dijo Cervantes, "el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho".

"Voy descubriendo Nueva York como un flâneur, un deambulador, un callejeador, al modo en que Baudelaire y Walter Benjamin gustaban de describir a este espécimen: un tipo inquieto, holgazán, observador apasionado, inmerso en la multitud como un ser anónimo, espectador urbano o, según juzga el autor de "Las flores del mal" en una lúcida imagen, como "un botánico de las aceras". Otras veces, contemplo a la gente y el entorno urbano tal que haría un voyeur, un mirón algo libinidoso, a la manera de Joyce. Pero el flâneur acaba venciendo siempre al vulgar fisgón". Javier Reverte, "New York, New York..."

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