Seguidores

jueves, 27 de diciembre de 2018

Woody y yo


2018 va a ser el año en el que la frase "Siempre nos quedará la última de Woody Allen", que se ha repetido con frecuencia a lo largo de los años de vida de este diario, ha dejado de tener sentido. Para mí, y para millones de personas, el mundo será a partir de ahora mucho más oscuro. Woody y sus circunstancias me han acompañado durante más de 40 años, desde la adolescencia con "Toma el dinero y corre" y "Bananas", pasando por "Annie Hall" y "Manhattan", hasta la madurez de "Delitos y faltas" y "Maridos y mujeres". Fiel a su cita anual, pensé que siempre iba a estar ahí, en los buenos y en los malos momentos, en la salud y en la enfermedad, hasta que las luces se apagaran. En mi lista de las razones por las que merece la pena vivir, Woody siempre me acompañará. Igual es solo un mal sueño y vuelve otra vez con una de esas películas sencillas, que no simples, a las que nos habíamos resignado en los últimos años. No ha sido ni el mejor director de cine, ni el mejor actor,  pero sí el mejor compañero de viaje. Alrededor de sus miedos, los suyos y los de todos nosotros, ha construido una de las obras más complejas e influyentes de la cultura moderna. Sería imposible de imaginar el cine de las últimas décadas sin la obra de este comediante único e irrepetible. Se va parte de mi vida. Eterna gratitud.

"Hay un viejo chiste: dos mujeres mayores están en un hotel de alta montaña y una comenta, "¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!", y contesta la otra: "¡Y además las raciones son muy pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa". Annie Hall, 1977

No hay comentarios:

Publicar un comentario