Después de todo lo que dicen de él en la televisión y leo en la prensa, me enfrento a la entrevista entre Jordi Évole y Nicolás Maduro convencido de que esta vez el presidente de Venezuela no me va a engañar, es el malo de esta historia y no hay nada más que añadir. Una hora de charla después, siento un deseo irrefrenable por pillar un avión y alistarme en las tropas populares bolivarianas. Se me pasa pronto ese ansia por echarme al monte, pero satán vuelve a estar dentro de mí. Los malos siguen siendo los de siempre, es muy difícil cambiar, y uno hace mucho que dejó de ser tan jaimito como para creer que a Donald Trump, o a Rivera, Casado y compañía, le preocupe los derechos humanos en América Latina. Nicolás, sé fuerte... e inteligente, si es posible.
"Da igual que les gobierne un perfecto demócrata o un cantamañanas obtuso: los pueblos que se atreven a nacionalizar las materias primas lo acaban pagando". Maruja Torres
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