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lunes, 4 de abril de 2011

Amigos


El sábado me sentí como el protagonista de una película de esas que tanto gustan a los americanos, historias que cuentan el reencuentro de un grupo de amigos de juventud. En el caso que nos ocupa, nos juntamos a comer 37 amigos de la adolescencia, algunos de los cuales siguen estando presentes en mi vida, y otros a los que hacía más de 20 años que no veía. La edad de los asistentes oscilaba entre los 44 y 53 años y lo que nos unió en el pasado fue el vivir en el mismo barrio. Ahora lo que nos une es que somos o bien de frente despejada, o de cabellera canosa, o las dos cosas. Y, para qué negarlo, un poco patéticos. Mientras uno de los presentes me enseñaba una foto de la novia que tiene en Cuba, “es muy guapa y a la vez muy humilde”, me decía, otro, con la mirada perdida como un boxeador sonado, alardeaba de lo feliz que estaba desde que se ha separado. “Ya lo podía haber hecho antes”, repetía mientras daba cuenta de un langostino con mayonesa. La sobremesa se prolongó hasta pasadas las 10 de la noche. Hablamos sobre todo del pasado. Parecíamos muertos de vacaciones.

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