Los críticos

Los críticos. Un tema peliagudo. Me refiero a los que se dedican profesionalmente a criticar el trabajo de otras personas en diferentes ámbitos de la creación. Algunos incluso consiguen ser más famosos que los propios creadores y varios de ellos consiguen pasar al otro lado. Comentaba Truffaut que cuando era crítico pensaba que “todas las películas de Hawks eran buenas y todas las de Huston, malas” y que después de dirigir “Los cuatrocientos golpes” sus opiniones sobre la obra de sus ahora colegas se había suavizado. “La peor película de Hawks es superior a la mejor de Huston”, decía entonces. Además de Truffaut, otros grandes cineastas fueron primero críticos, nombres tan reconocidos como Peter Bogdanovich, Jean Luc Godard o Fernando Trueba. Me imagino que en la literatura o la música será igual. Nunca ha sido un gremio bien considerado. Como muestra, una frase de Oscar Wilde: “En los mejores días del arte no existían los críticos”. O esta otra de John Osborne: “Preguntar a un escritor lo que siente por los críticos es como preguntarle a un poste de alumbrado lo que siente por los perros”. ¿A qué viene hablar de los críticos? En San Sebastián vi la última película de Jim Jarmusch, “Los límites del control”, una de las propuestas más absurdas e irritantes que podáis imaginar. Desde entonces me he encontrado con un sinfín de críticas elogiosas, calificándola de obra maestra. Como la vi a las nueve de la mañana y después de una noche agitada pensé que me había equivocado. La he vuelto a ver y es aún más ridícula de lo que creía. Que el madrugar y la resaca jugaban a su favor. Se que yo también estoy ejerciendo la crítica. Todo es absurdo. Pues eso, los críticos.

Un libro: “Las películas de mi vida”, de Francois Truffaut
Una película: “El héroe anda suelto”, de Peter Bogdanovich
Una canción: “Cine, cine, cine...”, de Luis Eduardo Aute